La evolución que ha experimentado el concepto de calidad en el último siglo ha sido notable, dado que ha ido pareja a la transformación de la industria, que, para adaptar su oferta a las exigencias del mercado, no solo apuesta por nuevos métodos de producción ajustados a la demanda, sino también por incentivar y optimizar sus relaciones con clientes, proveedores y otras partes interesadas (stakeholders); y, para ello, las organizaciones que trabajen para alcanzarla han de diseñar e implementar sistemas de gestión que contribuyan a garantizar que toda acción impulsada desde la empresa esté encaminada a favorecer la mejora continua.
Este objetivo exige entender la calidad desde una triple vertiente, dado que las medidas que se adopten para avanzar hacia su consecución han de abarcar tanto a los productos como a los servicios que se ofrezcan y, a mayores, a la atención que se presta al consumidor, a fin de conocer mejor sus necesidades y, de este modo, anticiparse a ellas y trabajar para superar las expectativas más ambiciosas. Atendiendo a esto, es fácilmente entendible el hecho de que sentar las bases para promover la mejora continua tendrá una repercusión casi inmediata en los resultados de la compañía y, por tanto, en el beneficio económico obtenido, que, en parte, habrá de revertirse de nuevo sobre la organización de cara a continuar impulsando medidas que propicien el progreso hacia la excelencia.
Una de las herramientas más populares para la consecución de estos propósitos es la ISO 9001, que en su actualización de 2015 ha sido objeto de una profunda revisión de cara a adaptar su estructura a las necesidades de la empresa actual, que, al reto de la globalización, ha de sumar también el tecnológico. No en vano, las constantes mejoras en este sentido están incidiendo sobremanera en la capacidad de las organizaciones para aprovisionar al mercado, dado que les permiten incrementar el ritmo de producción sin que ello suponga una merma en cuanto a la calidad del producto final o en relación al servicio prestado.
La nueva propuesta normativa impulsada por la International Organization for Standardization es menos prescriptiva que la precedente y, por tanto, más adaptable a las necesidades de cualquier entidad, independientemente de su tamaño. Eso sí, exige un mayor compromiso por parte de la alta dirección, que ha de responsabilizarse de liderar la implantación del sistema de gestión de la calidad; e insiste, además, en la necesidad de sentar las bases para identificar y abordar los posibles riesgos antes de que acaezcan, de tal manera que, de no poder evitarse, las consecuencias para la compañía sean mínimas.
A través de este curso de Técnico en Sistemas de Gestión de la Calidad, el alumno conocerá las distintas herramientas existentes en la actualidad, a fin de que sea capaz de diseñar procedimientos adecuados para avanzar hacia la excelencia. Entre ellas, sobresale la norma ISO 9001:2015, que, dado su prestigio, es la más utilizada actualmente en el ámbito internacional; de ahí que, en el temario, se profundice especialmente en ella.
Así, una vez finalizada su formación en la materia, el alumno estará capacitado para desarrollar los sistemas de calidad de la empresa para la que trabaje o de las organizaciones a las que externamente asesore; para actuar como representante de la dirección en este área de gestión; y para realizar auditorías internas y actividades de acompañamiento de los auditores externos durante el proceso de certificación en la entidad.
Al finalizar el curso, el alumno estará capacitado para:
El contenido de este curso es adecuado para toda persona que deba ocuparse profesionalmente de la gestión empresarial o que desee adquirir un conocimiento profundo acerca de los Sistemas de Gestión de la Calidad con el mayor reconocimiento y prestigio internacional.