La ingesta de productos inadecuados puede suponer importantes daños para la salud de la ciudadanía, tal y como se comprobó en la década de los ochenta del pasado siglo XX en España tras el consumo de un supuesto sustituto del aceite de oliva, el aceite de colza. Más de 20.000 personas resultaron afectadas y, desde entonces, arrastran importantes secuelas. Otras, 4.537, no lograron sobrevivir.
Pero esta crisis se restringió al ámbito estatal, de ahí que fuese necesario esperar a 1996 para que se plantease una apuesta seria en el ámbito europeo por incrementar los controles sanitarios. El revulsivo fue la crisis de las vacas locas y el descubrimiento de que la encefalopatía espongiforme bovina (EEB), cuyo desenlace era fatal, podía transmitirse al ser humano tras la ingesta de carne contaminada. Con las primeras muertes, se desató el pánico y se evidenció que en Europa no se estaba trabajando adecuadamente en el control de las materias primas.
El mal de las vacas locas supuso, por tanto, un antes y un después para la industria alimentaria, que apostó por un mayor control de sus productos en todas sus fases y desarrolló el concepto de trazabilidad, a fin de conocer todo el proceso de un alimento y de poder retirar a tiempo cualquier partida sospechosa de no cumplir con las expectativas exigibles en cuanto a seguridad para el consumidor.
Las crisis que sufrió Europa a finales del siglo XX y principios del XXI tuvieron como respuesta la adopción de medidas de prevención de riesgos asociados a la cadena alimentaria, algo para lo que era imprescindible evaluarlos y, de este modo, comunicarlos a fin de evitar su incidencia sobre los consumidores. Era imprescindible restablecer la confianza de la ciudadanía en los productos alimenticios europeos y, para lograrlo, surgieron distintos organismos, como AESAN (la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, creada en 2001) o EFSA (que es la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria).
En todo caso, para mostrar su compromiso con la seguridad alimentaria, muchas empresas optan por certificar su apuesta por implantar Sistemas de Gestión de Inocuidad de los Alimentos que comercializan. La Norma ISO 22000 Gestión de la Inocuidad de los Alimentos define y especifica los requerimientos para implementarlos, al objeto de lograr una armonización internacional que permita una mejora de la seguridad durante el transcurso de toda la cadena de suministro. Esto resulta especialmente útil para las organizaciones que, al enfrentarse a Auditorías de Inocuidad Alimentaria, tienen un mayor grado de confianza acerca de la eficacia de su sistema y de su capacidad para cumplir los requisitos del cliente. Es por ello que cada vez son más las empresas que apuestan por implantar Sistemas de Gestión de Inocuidad de los Alimentos y por someterse a auditorías a fin de obtener la certificación pertinente, que habrá de ser emitida por una entidad acreditada.
Este curso de Implantación y Auditoría del Sistema de Gestión de Seguridad Alimentaria ISO 22000 tiene como meta capacitar al alumnado para que gestionar y asegurar a calidad y la inocuidad de los alimentos, por lo que resulta especialmente adecuado para quienes hayan de responsabilizarse de la seguridad e higiene en empresas alimentarias.
Para alcanzar este objetivo, se formará en cuanto a:
En este curso, el alumnado descubrirá las bases y principios de los sistemas de gestión de seguridad alimentaria, y a su término podrá:
En este curso, el alumno descubrirá las bases y principios de los sistemas de gestión de seguridad alimentaria, y a su término podrá:
Este curso es adecuado para profesionales con responsabilidad en la seguridad de una empresa alimentaria, responsables o consultores de implantación de sistemas de calidad, y auditores.