Pese a que ya en la Antigua Grecia se debatía sobre las capacidades del ser humano para acceder al conocimiento, el concepto de inteligencia ha evolucionado paulatinamente a lo largo de los siglos; y son muchas las teorías que intentan explicar su origen. No obstante, hasta principios del siglo XX no se desarrolló ningún método que permitiese medirla. Así pues, la creación de los primeros test de inteligencia, obra de Alfred Binet y Théodore Simon, supusieron todo un revulsivo, que se complementó con la introducción, en 1912, de un nuevo concepto: el coeficiente intelectual (CI), que comparaba la edad mental con la cronológica a fin de determinar la relación entre ambas. Se trataba, aún, de una perspectiva monolítica, muy distante de la que plantea Gardner, al aludir al modelo de las inteligencias múltiples, a partir del que, en 1989, expone la necesidad de considerar distintas variedades de inteligencia (académica, espacial, kinestésica, musical, interpersonal e intrapersonal, que, a su vez, se subdivide en la capacidad de liderazgo, en la aptitud de establecer relaciones y mantener amistades, en la capacidad de solucionar conflictos y en la capacidad para el análisis social).
Esta nueva perspectiva es esencial para el posterior desarrollo de la teoría de la inteligencia emocional, que Mayer y Salovey describen, en 1997, como un tipo de inteligencia social que permite entender las emociones propias y ajenas y usar la información obtenida para guiar tanto nuestro pensamiento como nuestras acciones. Si bien, es Daniel Goleman el que, en 1998, concreta más este concepto, afirmando que la inteligencia emocional ha de estar conformada por el autoconocimiento o autoconciencia emocional, por el autocontrol emocional o autorregulación, por la automotivación, por el reconocimiento de las emociones en los demás (o empatía) y por las relaciones interpersonales (o habilidades sociales), fundamentales todas ellas para un buen desempeño desde un punto de vista laboral.
Sin embargo, históricamente, en entornos en los que el éxito viene determinado por el conocimiento, era habitual que estas cualidades pasasen a un segundo plano, puesto que lo que buscaba, prioritariamente, era la genialidad del individuo. No obstante, hoy en día la dinámica ha cambiado, al constatarse que el trabajo grupal favorece una mayor creatividad. De ahí que, desde el área de Recursos Humanos, ya no se busque específicamente a sujetos sobresalientes, dado que su brillantez es insuficiente si carecen de las herramientas necesarias para integrarse en grupos ya constituidos y enriquecerlos; y para, en casos específicos, pasar a un segundo plano o, si así se requiere, liderarlos. De ahí que, en la selección de candidatos, cada vez tenga más peso el análisis de la inteligencia emocional del sujeto, puesto que avanzar en este sentido es fundamental para el éxito en todo tipo de ámbitos, desde el profesional hasta el académico y científico, el social o incluso el afectivo.
Precisamente por ello es creciente el número de personas que se interesan por conocer cuáles son sus carencias y, así, trabajar en el desarrollo de nuevas habilidades que les permitan, desde el autoconocimiento, sentar las bases para poder relacionarse de una forma dinámica y eficiente con su entorno, sumando a sus habilidades sociales innatas, otras muchas a considerar para, por ejemplo, divulgar las bondades de un proyecto y obtener, con ello, financiación; o, desde un punto de vista meramente comercial, llegar a un público difícil o receloso.
A medida que avance en el contenido didáctico de este Curso de Inteligencia Emocional, el alumnado irá descubriendo las claves para tomar conciencia de sí mismo y para averiguar qué mejorar, propiciando, así, su automotivación y rendimiento, e impulsando su capacidad de liderazgo.
Aunque el ser humano es un ser social, no siempre cuenta con las herramientas necesarias para afrontar determinadas situaciones. A través de este Curso de Inteligencia Emocional, el alumnado descubrirá las claves para:
El contenido de este curso está pensado para satisfacer las necesidades formativas de cuantos desean impulsar su inteligencia emocional, desarrollando habilidades sociales y comunicacionales y propiciando, con ello, que sus relaciones sociales, académicas y laborales sean más enriquecedoras y que sus nuevas capacidades les conviertan en candidatos idóneos para complementar o liderar cualquier equipo de trabajo.